El maletero lleno de cajas que guardan los últimos años, el tiempo apremiaba, el sol rugía en el cielo, y el sonido de la puerta al cerrar sirvió como pistoletazo de salida. Nos acomodamos en nuestros asientos, la canción volvió a sonar, noté la vibración del motor y supe que el juego comenzaba. Tú y yo de nuevo cruzando el país. Pero esta vez conducía yo, esta vez era tu vida la que movíamos como si de un adorno floral se tratase, y lo pondríamos cerca de la ventana, donde le diese la luz. En el destino nos esperaba un cálido abrazo, un dulce beso, una mirada de ilusión y un sentimiento de esperanza. Nada hacía sospechar otro final. Nada que nos advirtiese que el abrazo, el beso, la mirada y el sentimiento serían frío, amargo, decepción y vacío.
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