martes, 5 de febrero de 2013

6 de Febrero

Es difícil enfrentarse a este post, pero más difícil es enfrentarse a este día. El día que quise que nada cambiara sin saber que éso lo cambiaría todo, que se crearía un vacío que no podré llenar jamás.

Hacía frío y yo tenía el día libre para la ocasión. La decisión estaba clara en mi cabeza pero quemaba como el ácido sobre la piel. Me disponía a arreglarme para acudir a mi cita y una conversación que duraba ya dos días me dio la estocada definitiva para que acabase de sentirme sucia, utilizada, humillada pero sobre todo inhumana. No fue el egoísmo lo que hizo decantar la balanza, al contrario intenté evitar el sufrimiento de uno y darle la oportunidad de ser feliz a otro.Dos vocales constituían todo mi abecedario, y no obtuve a cambio más que insensateces y desprecio.

Una vez allí descendí a las profundidades de la miseria. Nunca había sentido una soledad tan tangible, tan real, tan creíble. Podría escribir 100 letras de canciones que describan esta situación (Esa sala de espera sin esperanza, esta sala de espera es una eternidad...) pero ninguna puede acercarse a lo que realmente ocurrió

Cuando dijeron mi nombre me acorraló un ejercito verde. Extendieron un líquido frío y aséptico por mi cuerpo y fue ahí cuando lo vi, una nube de lágrimas vino a inundarme la cabeza, pero ya era la hora.

La habitación impersonal se comunicaba con la sala verde. A cada paso el suelo se estiraba bajo mis pies descalzos. No había nada cálido allí, nada a lo que poder aferrarme, así que ascendí como un globo lleno de helio. Pero el globo estalló y sentí como me arrancaban el helio a tirones. En ese instante supe lo que era la muerte.

Ha pasado un año y creo que las otras partes han seguido el camino que deseaba para ellas. Mientras yo sigo intentando recomponer la materia de la que me alimentaba.