domingo, 16 de diciembre de 2007

Frio

Paseaba por la calle cuando instintivamente giré la cabeza a la izquierda, tal vez no fue la intuición si no un acto voluntario y meditado, sabía que en ese instante vería tu casa.
Cuál fue mi sorpresa al descubrir que había luz en el interior. Conozco tus costumbres, sé que los domingos no estás en casa, sé que era otra persona la que se encontraba allí, sé que era ella.

Como un aire frío pasó por mi mente todos esos momentos que no quise ver, todas esas señales que ignoré, empecé a comprender y a cuadrar las fechas con los hechos y a despertar de ese letargo en el que estaba sumida, recordé las veces que me dijeron que te vieron con ella, entendí todo en ese momento.

Aún no consigo vislumbrar como consentí todo aquello a sabiendas de que me estaba haciendo daño, que cada vez estaba más vacía, que me consumía como la llama que se le termina la mecha.

Fui condenada a ver como otras pasaban por tu cama, tuve que poner caras amables a todas ellas, tuve que ser la co-anfitriona mientras te demostraba que no me importaba, que nada podía herirme, que mi caparazón lo resistía todo.

Y a pesar de todo sigo echándote de menos.

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